La carretera Interserrana, una de las obras más promovidas por el gobierno de Samuel García, muestra señales claras de estancamiento, improvisación y sobrecosto. A pesar de ser presentada como un proyecto insignia de conectividad para el sur de Nuevo León, a más de un año de su arranque, los avances son mínimos y las cifras del presupuesto siguen creciendo.
En lugar de consolidarse como una vía estratégica para el transporte de carga entre la Carretera Nacional y la Carretera 57, esta obra ha sido ejemplo de lo que ocurre cuando una administración estatal prioriza los anuncios públicos sobre la planeación técnica. El Tramo Uno, el más corto de los tres contemplados y de apenas 15 kilómetros, debía estar terminado para diciembre de este año. Pero la realidad en el terreno apunta a un escenario muy distinto.
Durante un recorrido reciente, se constató que solo seis kilómetros han sido intervenidos, y ni siquiera cuentan con pavimento. Mientras tanto, el Gobierno guarda silencio ante las demoras, y los trabajadores en el sitio apenas alcanzan los 50.

Tramo uno, con avances mínimos
El primer tramo de la carretera Interserrana, que se extiende desde la Carretera Nacional hasta las faldas de la Sierra Madre, debía ser el más accesible de ejecutar. Sin embargo, tras 14 meses de trabajos, el avance es apenas visible. De los 15 kilómetros previstos, solo seis han sido desmontados, sin capa asfáltica ni señalización.
Los únicos elementos construidos hasta ahora son dos puentes vehiculares, y el resto del camino muestra apenas labores preliminares de relleno, compactación y trazo. En el punto donde esta vía debe conectarse con el kilómetro 189 de la Carretera Nacional, en Montemorelos, lo que hay es monte. Aún no se ha levantado el distribuidor vial prometido, lo que pone en duda la viabilidad del cronograma anunciado.
Incluso trabajadores en el sitio reconocen que están lejos del objetivo. “No se ha desmontado el resto, sólo llegamos al kilómetro seis”, admitió uno de los pocos empleados presentes. Las declaraciones contrastan fuertemente con la narrativa oficial de progreso que emite el gobierno estatal.
Aumentan los costos sin freno
El caso del Tramo Uno de la carretera Interserrana es solo la punta del iceberg de un problema mayor: el gasto descontrolado. El presupuesto original de esta obra era de 3 mil 128 millones de pesos. No obstante, una actualización en el Presupuesto 2025 revela que la cifra ya supera los 5 mil 019 millones de pesos, un incremento del 60 por ciento.
Y eso sin contar que el Tramo Dos —el más costoso y complejo— ni siquiera ha comenzado. Esta sección atravesará la Sierra Madre y contempla 12 puentes y dos túneles, lo que podría elevar el gasto a cerca de 20 mil millones de pesos. Es decir, más del triple de lo originalmente previsto para todo el proyecto.
Este crecimiento desmedido en el presupuesto sin avances visibles muestra una alarmante falta de control financiero y técnico. Mientras los recursos públicos se diluyen, el gobernador continúa anunciando avances sin sustento real.
Licitación tardía y ejecución improvisada
Uno de los mayores cuestionamientos al desarrollo de la carretera Interserrana es la manera en que se inició su construcción. El 1 de mayo de 2024, Samuel García dio el banderazo simbólico del arranque de la obra. Sin embargo, en ese momento ni siquiera se había lanzado la licitación oficial.
La Red Estatal de Autopistas (REA) no solicitó el presupuesto necesario sino hasta el 20 de mayo. Dos días después, la Dirección Administrativa aprobó el recurso. La licitación fue lanzada el 24 de mayo y apenas cuatro días después se adjudicó la obra a la empresa Dycusa, por mil 388 millones de pesos y un plazo de 540 días naturales.
Ese desfase entre el anuncio y la gestión técnica no solo refleja improvisación, sino también una estrategia política que prioriza los titulares antes que el cumplimiento de procesos legales y administrativos. El resultado: una obra lenta, desordenada y cada vez más costosa.
Desorganización en el gobierno de Samuel García
Lo que sucede con la carretera Interserrana no es un caso aislado, sino parte de un patrón de fallas estructurales en el manejo de la obra pública en Nuevo León. El gobierno de Samuel García, pese a su discurso de modernidad y eficiencia, muestra signos preocupantes de desorganización, falta de planeación y opacidad.
A menos que se destinen recursos extraordinarios —como ya lo advirtieron expertos en construcción—, la carretera no se terminará en esta administración. Y si se decide terminarla a toda costa, el costo será altísimo, muy por encima de lo presupuestado.
Mientras tanto, quienes viven en comunidades como El Perico observan con escepticismo el avance. “A ese paso no van a terminar nunca”, comentó Alejandro, comerciante local. Lo que comenzó como un proyecto para detonar el desarrollo regional, hoy es una muestra más de cómo las promesas políticas no siempre se traducen en resultados concretos.
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