La historia diplomática entre Perú y México acaba de sumar un capítulo que parecía inevitable. Y finalmente ocurrió. La ruptura de relaciones anunciada en Lima, a partir del asilo concedido por México a Betssy Chávez, volvió a tensar el clima bilateral que ya venía desgastado desde hace años. Y aunque en teoría el gobierno peruano mantiene vínculos consulares mínimos, la fractura política y simbólica es evidente.

Además, la narrativa alrededor de esta decisión se vuelve aún más intensa, porque la protagonista central es una ex primera ministra que aparece en escena después de varios meses de silencio, con antecedentes polémicos, un proceso judicial y una desaparición repentina que ahora se refugia en la embajada de México en Perú.
Por eso, y aunque pareciera que esto ya lo habíamos visto antes, la situación se vuelve más compleja porque no ocurre desde cero. Por el contrario, viene arrastrando versiones, tensiones, declaraciones cruzadas, choques ideológicos y episodios diplomáticos que han ido escalando desde el año 2022. Sin embargo, este detonante vuelve a poner la pregunta sobre la mesa: ¿hasta dónde puede llegar esta tensión? ¿y qué efectos puede generar en la región?
De entrada, es claro que el tema no es menor. Porque esta vez, el conflicto se personaliza con nombre propio, y con expediente judicial activo: Betssy Chávez. Y su nueva ubicación geopolítica, dentro de la Embajada de México en Lima, vuelve a exponer la historia entera de desencuentros entre ambos países.
Caso Betssy Chávez Aviva Fricciones Pasadas
Lo primero que hay que recordar es que esta fractura no surgió de manera intempestiva. Ya venía anunciándose desde la salida de Pedro Castillo del poder. Porque aquel episodio del autogolpe fallido, más la posición política que desde entonces asumió México, abrió una grieta que nunca se cerró. Y aunque pasaron presidentes y pasaron episodios, nunca desapareció ese subtexto compartido por ambos países: había resentimiento histórico.
Sin embargo, ahora la relación se convierte formalmente en ruptura cuando la cancillería peruana anuncia que se rompen las relaciones diplomáticas con México. Y a partir de ese momento, ya no hay espacio para matices. El canciller peruano, Hugo de Zela, confirma la decisión pública. Afirma que el gobierno mexicano tomó una postura “equivocada e inaceptable”.
Después de eso, el actual presidente de Perú, José Jerí, respalda públicamente la decisión. E incluso va más allá. Porque comunica que la encargada de negocios de México en Lima debe salir del país. No dice cuándo. Pero la frase es clara: tendrá un plazo perentorio. En ese punto, la ruptura deja de ser simbólica para convertirse en acción concreta.
Por otro lado, desde el gobierno de México, la reacción es frontal. Se declara la medida como “excesiva y desproporcionada”. Y a la vez, se defiende la decisión de haber otorgado asilo. Porque México sostiene que Chávez es perseguida política. Y que el derecho al asilo está fundamentado en la Constitución mexicana. Además, recuerda que la ONU considera que el asilo político no debe interpretarse como acto inamistoso.

La Figura Central: Betssy Chávez Vuelve A Escena
Aunque el episodio diplomático es muy amplio, es evidente que la protagonista principal es Betssy Chávez. Porque no solo fue parte del gobierno de Pedro Castillo. También fue ministra en distintos momentos. Y además fue primera ministra. Pero lo más importante en este punto es que la fiscalía en Perú la acusa de ser coautora del quiebre constitucional que intentó sostener Castillo, aquel día que terminó casi en tiempo real.
Por eso, cuando ella desaparece y luego reaparece en la Embajada de México, la historia vuelve a girar. Y se convierte en señal política nuevamente. Porque Chávez evitó audiencias, porque salió del foco judicial justo antes de la recta final del juicio, y porque llega al asilo diplomático justo cuando el conflicto bilateral vuelve a encender fuego.
Además, ella ya protagonizaba tensiones desde antes. Hubo huelgas de hambre. Hubo denuncias contra el sistema penitenciario. Hubo acusaciones de maltrato, dopaje y extorsión. Y eso volvió a colocar su caso en un lugar altamente mediático.
Por eso, cuando ella reaparece, el conflicto se convierte en un conflicto político con nombre completo. Y desde ese instante, se vuelve inevitable que la relación entre ambas naciones se quiebre formalmente.
El Conflicto Bilateral Vuelve Al Centro Del Escenario
Desde 2022, cuando Castillo dejó de ser presidente, los desencuentros fueron avanzando como ficha de dominó. Porque López Obrador nunca reconoció a Dina Boluarte. Y la llamó incluso “presidenta espuria”. Y esa frase quedó registrada como palabra de peso político.
Luego, después del cambio presidencial, Claudia Sheinbaum mantiene la misma línea. Y ahora es ella quien defiende la narrativa de que Castillo fue removido con un golpe. Y además se mantiene firme en la solidaridad con él. De nuevo, ese punto vuelve a abrir heridas viejas.
Y ahora, este episodio con Betssy Chávez, vuelve a convertir ese pasado en un presente aún más irritado. Porque mientras Perú acusa a México de convertir a los autores del intento de golpe en víctimas, México responde con el argumento constitucional. Así, se activa un choque diplomático que vuelve a generar ruidO.
Finalmente, esta ruptura no tiene fecha de cierre. No hay horizonte claro de recomposición inmediata. No hay señales de negociación abierta. No hay mediación anunciada. Y tampoco hay tregua simbólica. Por lo tanto, esta historia va a seguir creciendo.
¿Qué Puede Pasar Después?
Ahora viene la etapa de consecuencias. Desde posibles efectos económicos, hasta impacto en foros multilaterales. Desde tensiones futuras por decisiones migratorias, hasta posibles vetos posteriores. Y aunque por ahora se mantiene solo la ruptura diplomática, lo cierto es que no parece existir una vía rápida de reconciliación. Porque ambas posturas están en modo defensa y no en modo eventual acuerdo.
Por eso esta historia apenas comienza. Porque la presencia de Betssy Chávez dentro de la Embajada de México representa un nuevo episodio de una tensión histórica, que ahora regresa a su punto más alto. Y además, simboliza cómo la política latinoamericana sigue generando episodios de choque frontal cuando se combinan procesos judiciales, ideología y memoria política acumulada. Y por ende, este episodio se puede convertir en uno de esos casos que marcan capítulo de análisis para los próximos años.
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